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martes, 30 de diciembre de 2014

Caminando por Madrid



Esto surge de un camino compartido, de una experiencia vivida, de unas palabras escuchadas, de unos bocadillos entregados, de una noche fría, de una noche diferente a tantas otras. Surge de encuentros, de pláticas, de lenguaje, de diálogo. Surge de personas: seres humanos reales, presentes en nuestra ciudad, olvidados en nuestra mente. Sí...Surge de Madrid. 

Impresionante es mirar el mundo desde abajo, sentado en el suelo frio, en una barquilla dura, en una colchoneta agujereada, con un letrero lleno de frases a veces indescifrables, con la mirada esperanzada en algún céntimo que pueda caer o con hojas llenas de poemas sin dueño cuya posibilidad de ser leídos es casi nula. Todo esto mientras se siente el paso indiferente de las personas que transitan en la misma acera en la que estás sentado o la mirada enjuiciadora de las persona frente a ti.

Difícil es saber que eres ignorado por un gran número de personas, que no tienes con quien hablar, que pareciese que no existieses para nadie o que a nadie le importa si vives o no. Tal como si fueras un fantasma silente o una presencia invisible para toda persona que atraviesa frente a tu horizonte.

Inefable es reconocer día a día que posiblemente la historia de tu vida quedará borrada tras tu muerte o que posiblemente no haya con quien compartir tus experiencias, sueños, dolores y expectativas. Más aún, que en el día de tu entierro no irá nadie, salvo algún voluntario desconocido y que en el epitafio posiblemente conste solo un número más, y no un nombre (Enrique, Andres, Mattew, Sagrario: nombres que se perderán cuando el hilo de la vida sea cortado).

Entristecedor es tener que levantarte cada mañana, si has sobrevivido al frío de la calle, para comenzar a vagar sin un destino establecido o quizás anhelando llegar al comedor más próximo para el desayuno, la comida o la cena. Levantarte y no saber si lo tienes todo o si te han robado aquellos mismos con quienes compartes la calle, el suelo frio, o el espacio caliente del albergue.

Ayer escuché historias, comprendí lo que es estar arrodillado sin recibir nada, entendí lo que es ser ignorado, y percibí lo jodido que es no existir aun existiendo. ¿Podemos hacer algo? Creo que sí, pero lo haremos cuando vivamos algo así.

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