Una comida: una reflexión

Al llegar a casa ayer, después de una comida de Equipo, me quedé pensando: ¿qué sentido tiene la educación para estos chic@s? La respuesta no ha sido sencilla; es más, ni siquiera puedo decir que la tengo. Tan solo puedo decir que a la vez que iba tratando de responderme, se generaban buevos interrogantes. Esto se acrecienta cuando he llegado a comprender que la vida es más que una media, una nota de selectividad, o la mejor calificación en el examen de Biología o Matemáticas. El problema está es que parece que a lo importante es a lo que menos le prestamos atención.

Ayer, mientras les oía con atención, escuchaba lo difícil de un profesor, lo injusto que podía ser una calificación, los equívocos de la media, lo mecánico de una evaluación, lo artificioso de un examen, lo superficial de las relaciones, lo estresante de los exámenes, lo necesitados que estaban de vacaciones. Le prestaba atención al tono cuando decían "matemáticas" o cuando "física" no llenaba sus expectativas; más aún, cuando sentían que algunas asignaturas, por lo difícil, significarían una media más baja para una determinada carrera. Todo giraba en torno a una nota o lo lejano que se iban haciendo las carreras elegidas.

Pero...

En ningún momento escuché lo importante que era estudiar, lo que ganaban aprendiendo, lo que les aportaba el profesor, lo que encontraban en sus compañeros. No pude captar el anhelo por profundizar en los contenidos, por mejorar como personas, por ayudar a los que estaban hundiendose en el abismo de la desesperación. Me perdí todo lo que hablaba de creatividad, de solidaridad, de encuentro con el otro, de ¨vamos a mejorar este mundo¨. Me falto algo que hablara de amor y de esperanza, de fe y de crecimiento, de amaneceres y de compasión.
Sí, ellos no son los culpables, y ni siquiera quisiera que lo fueran. Quizás estamos matando aquello que es VERDADERAMENTE IMPORTANTE.