
Por ejemplo, que lo verdaderamente importante se
escapa de todo nuestro control. Que el miedo paraliza incluso para amar. Que la
vida es una y que las vueltas que da cada día, por nuestras decisiones, nos
pueden llevar a puertos tan impensables. Que solo vale la pena amar porque
odiar ya lo hace mucha gente (y mira tú como andan). Que un abrazo transmite
buenas sensaciones. Que un gesto cariñoso es capaz de transformar una vida. Que
los pensamientos que tenemos a veces nos juegan la partida en contra nuestra.
Que una buena conversación alivia muchos dolores y que la risa es un bálsamo
hasta para las piernas.
He aprendido esto de gente que he encontrado, personas
con las que he compartido, de letreros que he visto y de gestos que me han
enriquecido. Pero sé que aún tengo que abrir más los ojos. Que me queda tanto
por descubrir. Que tengo este momento, justamente al escribir estas líneas,
para abrir los ojos a mi realidad.
¿Puedo? Espero que si.
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