Esta tarde, mientras invertía mi tiempo escuchando las tétricas noticias del
telediario, me encontré con un twitt que hacía referencia a la página de UNICEF
en Facebook (Niños
y niñas de Nigeria dibujan el terror).
Cuál fue mi horror cuando las imágenes hacían referencia a la violencia en
la que puede desembocar la estupidez humana. De alguna manera mi corazón se
encogió y una gran rabia se asomó a la puerta de mi vida. Después de todo, en
la distancia solo me queda ver imágenes que hablan de miseria, de violaciones y
de injusticia. Injusticia de la cual me siento participe al ser parte de una
sociedad que ha generado esas estructuras de desequilibrio social y económico.
Miseria de la cual me siento responsable al no ser capaz, muchas veces, de ver
más allá de mi nariz. Violaciones por las cuales me siento impelido a responder
pues el silencio suele ser condescendiente y cómplice tácito de todo lo que
sucede.
En el fondo me sentí devastado por no ser capaz de dar voz a aquellos que
hace tiempo la han perdido o a aquellos que utilizan los estertores de sus
susurros para dibujar la abyección humana.
Sí, he llegado a preguntar por todo
aquello; ¿dónde está Dios que permite que la libertad humana acabe con vidas
inocentes? ¿Dónde está Dios que permite el sufrimiento de unos muchos producto
de ese regodeo megalómano de unos pocos? ¿Dónde está Dios que escucha el clamor
de su pueblo y parece que hiciese silencio?
Eso hasta que encontré la
"Teología de las lágrimas"
(Teología del Llanto) esgrimida por Francisco, el Papa de la Iglesia
católica, que parece que hace cambios y manifiesta con detalles lo que Dios
puede decir. Así entendí que a veces hay que bajar al infierno para poder
comprender el sufrimiento de los demás. Que a veces tan solo queda compartir un
abrazo con lágrimas para poder ayudar al otro a superar su dolor. Que muchas
veces solo el otro necesita un soporte y no soluciones sacadas de manual. Sí,
la acción parte de la compasión, y la compasión parte de un "estoy
contigo, no te dejaré solo"; parte de una vida que se comparte y se da aún
en medio de las lágrimas. Entendí lo que dice el vídeo: es cuestión de
conexión. Pero, para conectar con el dolor de los niños de África, tendremos
que llorar por el dolor que nos causa ver tanta desolación.
Y a partir de allí,
sacar las fuerzas necesarias para causar una revolución, la revolución del
Amor. Con-Moverse ¿será posible que lo hagamos hoy?
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