Cada vez me convenzo más que cada encuentro que tengo es una
posibilidad única de cambiar algo en mi vida en base a un aprendizaje. Después
de todo, cada persona tiene una capacidad única de enseñarte algo, hasta lo más
inverosímil posible. La cuestión está en dejarse tocar por cada uno de esos
momentos del día en que se cruzan miradas, se estrechas las manos, se
intercambias palabras y hasta las reflexiones se hacen tan fluidas.
En ese sentido, un reclamo puede esconder una invitación a
frenar el ritmo que la inercia diaria incrementa y caer en la cuenta de que es
necesario enderezar el camino. Una sonrisa puede ser el mejor pretexto para
estrechar lazos, no solo superficiales, como es lo usual, sino aquellos que
duran toda la vida. Una conversación por wasap puede ser la mejor manera de
hacer una catarsis a media noche. Un abrazo es la mejor razón que existe para
expresar cariño. Y esos minutos, en los cuales en una noche fría, intercambias
palabras que son capaces de transformar mucho de lo que uno es hasta el punto de
decir: “gracias”, son incluso de lo mejor que puede traer un día.
Lo mejor de todo es que todos estos momentos se viven con
personas. Personas que tú conoces, con los que vives a diario, a quienes ves en
momentos, con quienes te detienes porque realmente ese espacio de tiempo vale
por mil. Pero también son personas con las cuales te has cruzado en algún
momento y por alguna extraña razón todo se hace tan fluido, tan sorpresivo, tan
expresivo.
Sí. De verdad que hay que vivirlo para contarlo y a la vez
que lo cuentas dan cada vez más ganas de vivirlo.
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