
El problema de todo es que nos encontramos con una violencia que se replica continuamente en distintos sitios con unas consecuencias indescriptibles e inimaginables. Así, la mejor respuesta es el ataque, la salvajada y la confabulación para hacer cada vez más daño al enemigo. Venganza que es capaz de arrasar indiscriminadamente hasta con vidas inocentes. Después de todo, se trata de matar o responder con la misma medicina, y si es posible, con una más letal. Espíritu de represalia que rompe con la tolerancia, el diálogo y el encuentro. De este modo, encontramos enemigos en todas partes, y si es posible, nos encargamos de reprimirlos con todo lo que ello supone.
Sin embargo, estas tres opciones, para un grupo de la sociedad parece que son las posibilidades más razonables. Por. tal motivo se comienzan a ver brotes de xenofobia que segrega a todo aquel que represente una "posible amenaza" aun siendo inocente e incluso aún sin ser parte de ningún movimiento radical. También se ven conatos de abusos contra minorías muchas veces discriminadas, que no tienen nada que ver con lo que sucede. Y por último, la crítica infundada y prejuiciada que comienza a acaparar los medios de comunicación y a mover a una inmensa mayoría a la adhesión a movimientos excluyentes.
¿Tendra esto un freno? Sí, la decisión está en nosotros. La formación sera clave a la hora de pronunciarnos sobre algo. La educación sera fundamental para romper con la ideología. El diálogo será determinante para socavar las bases del radicalismo. Y el desarrollo sostenible permitirá erradicar focos de radicalización y violencia. Pero sobretodo, cuando decidamos apaciguar nuestra vida es que lograremos hacer algo.
¿Tú que harás? Porque tienes la opción de sucumbir ante el miedo o decir "ya basta".
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