Correr una carrera de montaña no es nada sencillo. Cada
kilómetro se convierte en una prueba continua que pone al límite las mismas
capacidades del ser humano. Sin embargo, a mí el correrla me ha servido para
pensar sobre la vida. Después de todo, la vida misma es como una gran carrera
de montaña que dura el tiempo que dura. Es decir, más allá de la temporalidad o
la distancia lo que importa será cómo se vive el recorrido.
¿Cuántas veces en la vida no hemos tenido que subir cuestas
que parecen interminables? Las piedras, los vericuetos, la precaución e incluso
el miedo a tropezar se convierten en parte de nuestra jornada. No pocas veces
el cansancio nos consume y las motivaciones para continuar andando llegan a su
límite. Sin embargo, si no desfallecemos, las ganas de llegar al final nos
impulsan a continuar hasta la cumbre. Después de todo, puede que luego haya una
bajada o un llano. La vida es así, a veces nos encontramos con grandes cuestas
inevitables y cuya pendiente parece retrasar tanto nuestro andar. Quisiéramos a
veces que los problemas se acabasen y tantas veces deseamos encontrar el fin de
todas nuestras subidas. Pero allí vamos, tenemos la opción de detenernos o
avanzar hasta el final. ¿Qué solemos hacer? Cada uno tiene que responder.
Porque luego puede que lleguen los llanos. Claro, a veces
están llenos de pequeños obstáculos que estorban nuestro andar con fluidez.
Algunas aristas se convierten en doloroso recuerdo de que tenemos que ir con
calma y fijándonos en lo que tenemos al frente, pero también viviendo las
sensaciones de nuestro presente. Después de todo, lo inmediato es lo que
importa a la vez que importa el siguiente paso que vayamos a dar. Pero tenemos
que estar atentos, porque a veces puede que no haya un paso más o que los
fracasos y esos obstáculos impidan que continuemos. Llévalo a tu vida: después
de una subida a veces vienen momentos de calma relativa, porque seguimos
viviendo y el tiempo continúa pasando. A veces encontraremos personas,
situaciones, experiencias que limitarán nuestro andar. Puede que incluso nos
detengamos en algún encuentro personal pensando que es un oasis, pero no nos
podemos quedar allí, hay que continuar…puede que subir de nuevo o a bajar: lo
sabremos al llegar al linde del camino.
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