Hay experiencias que lo marcan a uno y le hacen pensar en lo
egoĆsta que uno llega a ser. Sobre todo, cuando esas experiencias las definen
los pequeƱos. Ellos se convierten pequeƱos maestros que saben encontrar en lo
simple y mƔs normal de la vida lo que nosotros hemos hecho complejo y hasta en
cierta forma anormal.
Una niƱa hoy, de primero de primaria, me enseƱo lo que
significa ser solidario. TodavĆa no lo interiorizo del todo, pero de verdad que
su expresividad dejó una marca en mi dĆa; una marca que creo perdurarĆ” toda mi
existencia.
“Carlos, Jaime se tiene que apoyar en mĆ porque no puede
caminar” y mĆ”s adelante: “Carlos, voy a ayudar a Jaime porque le duele la
pierna” Y ofrecer su hombro para hacerlo. Solo dos frases y un gesto bastaron para darme lo sencillo que puede ser el
detalle de ser solidario.
Parece que tenemos que complicarlo todo y que tenemos
que buscar un sinfĆn de razones para ayudar a alguien. Muchas veces es la pena
la que nos impulsa o el deseo de satisfacción personal lo que impulsan nuestras
acciones de cambio. Incluso, tantas veces esperamos recibir algo a cambio como
si el ayudar fuera parte de un mercado de libre oferta y demanda.
Sin embargo, la realidad es mƔs sencilla. Veo que necesitas
mi ayuda y te la ofrezco sin pensarlo. Es en esos momentos donde es posible
reconocer la humanidad: en el pequeƱo detalle de ofrecer un hombre cuando se
necesita un apoyo, una palabra cuando se necesita un consuelo, o silencio
cuando tan solo se desea llorar o reĆr. ¿Tanto nos costarĆ” cuando es tan sencillo
como abrirse a la experiencia? El problema estĆ” en las barreras que vamos
poniendo, como si el otro fuera nuestro enemigo potencial; cuando lo cierto es
que estĆ” allĆ para ser amado como yo espero que me amen.
¡CuĆ”nto he aprendido hoy! Un detalle ha bastado mĆ”s que mil
palabras. Un hombre ha servido para ayudar a alguien a andar. Un gesto me ha
ayudado a comprender que mejor salgo de mi burbuja y me dispongo para dar lo
mejor de mà a los demÔs.
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