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jueves, 23 de octubre de 2014

Las posibilidades del abismo

Llevo pensándolo un tiempo. Mi experiencia personal me lo confirma. La de otros me habla de esta realidad de la cual voy a escribir unas líneas. Después de todo, llegar al abismo genera dos posibilidades. O te quedas en él esperando a que alguna fortuita visita te rescate o decides salir cueste lo que cueste, con todo el dolor que ello pueda suponer.
A veces me encuentro con personas que han optado por la primera: se dejan llevar por la decepción, la riqueza y la inercia. Incluso a veces en lo más sencillo o en lo más complicado como  limpiar una casa, decirle te quiero a alguien con quien se han peleado o incluso reconciliarse consigo mismos. Y lo peor es que el dolor se acumula en ellos, el vacío de hace cada vez más profundo y puede que, de tanto estar abajo, quieran que otros se queden en esa soledad. Por eso es tan peligroso abandonarse a la suerte de no querer salir, porque pueden arrastrar a otros para que se queden abajo creyendo que están bien o que las soluciones pasan por la conmiseración y la lástima. No los juzgo, quizás sea la decisión que les enseñaron que era la mejor. Quizás el miedo se haya anquilosado en sus vidas. Quizás el salir suponga romper con toda una estructura de placer que cree que puede llenar una vida vacía. Pero es su decisión, en definitiva, aunque pudiesen salir, no lo haría.

Hay otros en medio. Apenas van explorando la realidad abismal en la que se encuentran. Saben que están mal y que deben salir. Sin embargo, no encuentran como. Se cuestiona, luchan, tratan de escalar, pero sencillamente las fuerzas son pocas y la debilidad se posiciona como la que es capaz de arrasar con todo. Con lo cual, si no reciben una ayuda, deciden quedarse quietos y se cansan de luchar. A veces hasta enmascaran su dolor para que nadie los vea sufrir aunque con ello estén cavando más abajo.

Sin embargo, me alegro de conocer a muchos que han decidido salir. Aquellos que se hacen preguntas y se preocupan por lo que les suceden. Muchos que son inquietos y no se dejan amedrentar por lo que encuentran en su entorno. Conozco a varios que son capaces de confrontar la adversidad que supone caer y se disponen a toda velocidad en posición de salida. Me alegra saber que no se dejan romper y que su valentía es tal que les hace ser coherentes con sus convicciones y con su escala de valores. En realidad puede que no sean muchos, pero aquellos que conozco, es decir, aquellos que son capaces de extender sus alas, darte las gracias, y continuar caminando, son lo que al final ayudan a los demás a ir más allá de su abismo. Sí, conozco a algunos que han aprendido a mirar más allá de su comodidad, pero viven en silencio hasta que te encuentras con ellos. Y es allí cuando la vida cambia: porque ese modo de vivir con intensidad cada momento, hasta el más abyecto, es lo que deja una huella imborrable.

Gracias a la vida por los que se han cruzado en mí camino. Porque sin ellos, de verdad que no estaría aquí. 

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