Mira a tu alrededor. ¿Qué ves? Gente de todas partes. Cada una conectada en
su pequeño universo. Algunos van dialogando (si es cabe decir
diálogo) con quien tienen frente acerca de los temas más diversos: universidad, comida, novios, amigos,
hogar. Otros atentos al mensaje que les
llega en el móvil, o
revisando la lista de canciones o revisando su twitter y el Instagram. Muchos con la mirada vacía, perdidos en el más allá de su
realidad.
Mientras, yo pensando en la vida y en lo maravillosa que es. Después de todo, cada día es una oportunidad única para dar
lo mejor que se tiene en ese momento: una sonrisa, un abrazo, un gesto, un te
quiero. Los límites los
pone uno cuando lo cierto es que las posibilidades son infinitas (aunque las
limitaciones tiempo-espacio digan todo lo contrario).
Pero también pienso en
los retos que llego a tener. Algunos más acomodados;
otros más abiertos a romper con las estructuras que me atan.
La verdad es que cada día es una
oportunidad de alcanzar metas, cumplir objetivos y pensar que cada minuto es un
empujón para hacer las cosas mejor y ser cada vez más persona.
Pero no puedo dejar escapar la gratitud que puedo experimentar. No la
puedo olvidar: ver a gente desarrollar sus capacidades; conocer a personas que
enriquecen la vida; anhelar y poner todo para hacer de este mundo un mundo
mejor con pequeños detalles.
Todo desde la acción de gracias
por lo que soy y por lo que tengo. Es precisamente desde esta actitud que la
vida se va ensanchando.
Cuantas cosas puedo encontrar aquí escribiendo
esto. Tantas como para escribir un libro. La verdad por todo ello no puedo
dejar de dar las gracias
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